Article publicat a: La Vanguardia
Data de publicació: 24 de Setembre de 2012

Los socialistas catalanes llegamos al escenario político del 11S en la peor de las situaciones. Derrotas electorales, falta de conexión social y de coraje político, débil liderazgo y evanescencia de nuestra propuesta básica para Catalunya: el federalismo. A fuerza de repetirlo como un mantra, y de no concretarlo ni practicarlo, nos hemos quedado con un concepto que resuena como un eco en el vacío. Era más fácil repetir que convencer y aplicar.

Ahora podemos quedar, de nuevo, atrapados por la pereza y la autosuficiencia. Las tentaciones resistencialistas, las que prefieren representar a una parte de los catalanes o las que se identifican, en trazo grueso, con el anti-independentismo, formarían parte de esta nueva letanía.

Creo, sinceramente, que hay una demanda política latente entre la independencia y el federalismo (que ha perdido, quizás, su oportunidad). Los socialistas catalanes, situados ante una encrucijada, podemos refugiarnos en lo que pudo ser y no fue, o abrirnos al reto (y al vértigo) de repensar, desde posiciones progresistas, una oferta para la mayoría. Estas son las claves de la tercera vía.

1. La actitud. Los independistas no son nuestros adversarios, aunque la independencia hoy no sea nuestra opción. Debemos convivir, trabajar, y seducir (cuando podamos) a esta fuerte y consistente mayoría del catalanismo que hoy opta por la secesión. La Catalunya del progreso y del futuro deberemos construirla juntos.

2. El reto. Catalunya necesita mucho más que el sí o el no. Y a pesar de la falta de legitimidad y de credibilidad que algunos sectores mediáticos y sociales quieran ver en la tercera vía (si viene de una socialista), es necesario que avance y pueda ser una opción para los que hoy ven como inevitable, por ausencia de alternativa, la oferta soberanista. Entiendo las desconfianzas y hago autocrítica, pero eso no me impide dar un paso al frente sin complejos ni miedos.

3. Un método. Principios democráticos incuestionables: deliberación y decisión democrática, sí. Claridad, responsabilidad y transparencia, también. Sin frivolidades. Y una defensa apasionada de los derechos y la libertad individual, frente a los que pretenden colectivizar los derechos, los sentimientos y las ideas. Para entendernos, la independencia puede ser una opción. Pero una Catalunya uniformemente nacionalista sería un retroceso democrático.

4. La propuesta. Necesitamos una reforma de la Constitución (a propuesta del Parlament de Catalunya, o a propuesta de las Cortes Generales) que actualice, acoja y permita expresar y reconocer la voluntad de Catalunya. Una oferta bilateral clara y franca, que permita el reencuentro de los federalistas y los soberanistas. Con dos condiciones: un amplísimo consenso en el Parlament y una coherente traslación en las Cortes Generales y en los programas electorales. El fracaso (posible, no soy ingenua) de esta opción abriría la puerta entonces, sin reservas, al derecho a decidir. Mientras, trabajaré por abrir la tercera vía, difícil pero necesaria para el futuro de Catalunya.

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La manifestación del 11S y el escenario político que abre de par en par (con horizonte electoral inmediato) obligan a los proyectos políticos a una doble exigencia: responsabilidad y claridad. Más que nunca. Un tiempo nuevo se abre, sin ser demasiado conscientes –seguramente- de su profundidad, de su intensidad y de sus consecuencias.

Los socialistas catalanes llegamos a esta fase en la peor de las situaciones. Derrotas electorales que reflejan desorientación política, falta de conexión social y de coraje político, débil liderazgo y evanescencia e insustancialidad de nuestra propuesta básica para Catalunya: el federalismo. A fuerza de repetirlo como un mantra, y de no concretarlo ni practicarlo, nos hemos quedado con un concepto que resuena en el vacío. Era más fácil repetir que pensar. Era más fácil repetir que convencer. Era más fácil repetir que implementar. ¿Era pereza política o falta de convicción? Quizá ambas, pero pagaremos muy probablemente un alto precio.

Nuestra respuesta política a este nuevo tiempo puede verse, de nuevo, atrapada por la pereza y la autosuficiencia. Confiados en nuestras convicciones, renunciamos a examinarlas, evaluarlas y modificarlas (actualización, transformación y reelaboración) por miedo al vértigo político y a lo desconocido. Las tentaciones resistencialistas, las que prefieren representar a una parte de los catalanes (y no liderar un proyecto para la mayoría) o las que se identifican, en trazo grueso, con el anti-independentismo como fórmula de respuesta política a estos desafíos, formarían parte de este nuevo mantra que hoy sería, sin duda, una letanía.

Muchos socialistas (militantes, simpatizantes, votantes y ex votantes), muchos catalanes compartimos que la actual situación de colapso en las relaciones políticas entre Catalunya y España nos exige dar un paso al frente. Abrir una nueva etapa. Pero ¿hacia dónde? ¿En qué dirección? La oferta independentista se ofrece como una respuesta clara y diáfana (a pesar de sus sombras legales, políticas, sociales y económicas) que tiene –paradójicamente- la misma actitud de pereza con la que los socialistas nos hemos aislado del país y de la realidad. Mejor proclamar la independencia que pensar en ella, en sus consecuencias y en sus posibilidades.

Creo, sinceramente, que hay una demanda latente de una tercera vía política entre la independencia y el federalismo (que ha perdido, quizás, su oportunidad). Los socialistas catalanes, situados ante una encrucijada, podemos refugiarnos en lo que pudo ser y no fue, o abrirnos al reto (y al vértigo) de repensar una oferta mayoritaria que no represente a la mitad del país, sino que busque ofrecer una propuesta política para la mayoría. Si el PSC se conforma con ser el partido del “NO”, quedará atrapado por los extremos, sometido a uno de ellos, sin personalidad, y traicionando uno de nuestros principios básicos: la unidad civil de los catalanes y las catalanas.

La tercera vía debe asumir una actitud, un reto, un método y una propuesta.

1. La actitud. Los independistas no son nuestros adversarios, aunque la independencia hoy no sea nuestra opción. Debemos convivir, trabajar, y seducir (cuando podamos) a esta fuerte y consistente mayoría del catalanismo que hoy opta por la secesión. La Catalunya del progreso, justicia y desarrollo del futuro deberemos construirla con partidos, asociaciones y expresiones políticas con las que, a pesar de las diferencias, tenemos muchas cosas en común.

2. El reto. La tercera vía es difícil… pero imprescindible. Catalunya necesita algo más que el blanco o el negro, el sí o el no, romper o no hacerlo. Y a pesar de la falta de legitimidad y de credibilidad que algunos sectores mediáticos y sociales puedan ver en esta propuesta (si viene de una socialista), es necesario que avance y pueda ser una alternativa para los que hoy ven como inevitable, por ausencia de alternativa, la oferta soberanista. Entiendo las desconfianzas, asumo las críticas y hago autocrítica, pero eso no me impide dar un paso al frente y compartir una opción al reto al que nos enfrentamos. Hay que romper la lógica fatalista y determinista. Me rebelo.

3. Un método. Decidamos lo que decidamos nuestro método debe responder a principios democráticos incuestionables: deliberación y decisión democrática, sí. Claridad y transparencia, también. Y una defensa apasionada de los derechos y la libertad individual, frente a los que pretenden colectivizar los derechos, los sentimientos y las ideas. Para entendernos, la independencia puede ser una opción. Pero una Catalunya uniformemente nacionalista sería un retroceso democrático.

4. La propuesta. Necesitamos una reforma de la Constitución (a propuesta del Parlament de Catalunya, o a propuesta de las Cortes Generales) que actualice, acoja y permita expresar y reconocer la voluntad de Catalunya. Una oferta bilateral clara y franca. Una oferta que permita el reencuentro de los federalistas y los soberanistas. Esta propuesta, debería reunir dos condiciones: un amplísimo consenso en el Parlament y una coherente traslación en las Cortes Generales. Una fórmula que permita que esta propuesta sea el tronco común de todas las fuerzas políticas catalanistas que concurran al proceso electoral. El fracaso (posible, no soy ingenua) de esta opción abriría la puerta entonces, sin reservas, al derecho a decidir como opción última, no como objetivo. Mientras, luchemos por abrir una tercera vía, difícil pero necesaria.

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Ressò de l’article en els mitjans de comunicació
El Singular Digital
El Món a Rac1

Article publicat a: La Vanguardia
Data de publicació: 24 de Setembre de 2012

Els socialistes catalans arribem a l’escenari polític de l’11S en la pitjor de les situacions. Derrotes electorals, manca de connexió social i de coratge polític, feble lideratge i evanescència de la nostra proposta bàsica per a Catalunya: el federalisme. A força de repetir-lo com un mantra, i de no concretar-lo ni practicar-lo, ens hem quedat amb un concepte que ressona com un eco en el buit. Era més fàcil repetir-lo que convèncer i aplicar-lo.

Ara podem quedar, de nou, atrapats per la mandra i l’autosuficiència. Les temptacions resistencialistes, les que prefereixen representar una part dels catalans o les que s’identifiquen, en traç gruixut, amb l’anti-independentisme, formarien part d’aquesta nova lletania.

Crec, sincerament, que hi ha una demanda política latent entre la independència i el federalisme (que ha perdut, potser, la seva oportunitat). Els socialistes catalans, situats davant d’una cruïlla, podem refugiar-nos en el que va poder ser i no va ser, o obrir-nos al repte (i al vertigen) de repensar, des de posicions progressistes, una oferta per a la majoria. Aquestes són les claus de la tercera via.

1. L’actitud. Els independentistes no són els nostres adversaris, encara que la independència avui no sigui la nostra opció. Hem de conviure, treballar, i seduir (quan puguem) a aquesta forta i consistent majoria del catalanisme que avui opta per la secessió. La Catalunya del progrés i del futur l’haurem de construir junts.

2. El repte. Catalunya necessita molt més que el sí o el no. I tot i la manca de legitimitat i de credibilitat que alguns sectors mediàtics i socials vulguin veure a la tercera via (si ve d’una socialista), cal que avanci i pugui ser una opció per als que avui veuen com inevitable, per absència d’alternativa, l’oferta sobiranista. Entenc les desconfiances i faig autocrítica, però això no m’impedeix fer un pas endavant sense complexos ni pors.

3. Un mètode. Principis democràtics inqüestionables: deliberació i decisió democràtica, sí. Claredat, responsabilitat i transparència, també. Sense frivolitats. I una defensa apassionada dels drets i la llibertat individual, davant dels que pretenen col·lectivitzar els drets, els sentiments i les idees. Per entendre’ns, la independència pot ser una opció. Però una Catalunya uniformement nacionalista seria un retrocés democràtic.

4. La proposta. Necessitem una reforma de la Constitució (a proposta del Parlament de Catalunya, o a proposta de les Corts Generals) que actualitzi, aculli i permeti expressar i reconèixer la voluntat de Catalunya. Una oferta bilateral clara i franca, que permeti el retrobament dels federalistes i els sobiranistes. Amb dues condicions: un amplíssim consens al Parlament i una coherent translació a les Corts Generals i en els programes electorals. El fracàs (possible, no sóc ingènua) d’aquesta opció obriria la porta llavors, sense reserves, al dret a decidir. Mentre, treballaré per obrir la tercera via, difícil però necessària per al futur de Catalunya.

Ressò de l’article en els mitjans de comunicació
El Singular Digital
El Món a Rac1


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